Una verdadera carrera en tres meses
-Crónica-
Soy casi técnico superior en Hotelería, este año obtendré el título. Cuando llegó la hora de hacer pasantía, desde un principio quise realizarla en el Hotel Marriott, por su cercanía a mi hogar, y sobre todo por su reconocimiento en el mundo hotelero. Dos semanas después de dejar mi CV, me llamaron para entrevistarme. Hablé con Odilia, persona encargada del departamento de RRHH. Finalmente fui seleccionada, logrando así tres meses de pasantía en el JW Marriott de El Rosal, apoyando en los departamentos de front desk, restaurant y cocina.
El
primer día llegué por la entrada de “Asociados”. Es un galpón de rejas negras
cerrado sin poder ver hacia adentro, por un momento sentí estar en una misión
bien secreta, aunque para ellos es la entrada de empleados, alejada como a 20
metros de la entrada principal. Al llegar como pasante, me coloque mi nametag, la forma más cómoda y fácil
para relacionarse con los demás. Dentro del hotel era una norma que todos los
miembros o “asociados” debían cargar encima su identificación. Para mí fue una
estrategia segura que utilizaba para aprenderme los nombres de mis colegas.
Así
comencé el día, emocionada, caminando deslumbrada por las instalaciones que dan
la impresión de estar en un palacio dentro de la urbe, cálidas luces por todos
lados, arreglos florales de ensueño, piso de mármol, una enorme escalera que
lleva hacia el restaurant. La recepción es pequeña con capacidad para seis
personas y al fondo se encuentran las oficinas. Al lado se ubican los
compañeros de Concierge, quienes
atienden a los huéspedes VIP.
El
uniforme se retira en la pequeña oficina de “Vestuario”. Conseguir la talla
ideal era casi como jugar a la lotería. Yo hice mi mejor esfuerzo por hacerme
íntima amiga de la chica de “Vestuario” para que por lo menos me guardara la
chaqueta y así no verme como las barajas del cuento de “Alicia en el país de
las maravillas.” El pantalón negro y la camisa blanca de botones los traía de
mi closet. Tener buena presencia es un requisito, regla y forma de vida en el
hotel. Llevar en buen estado el uniforme completo es obligatorio, pintarme las
uñas de colores fue solo un recuerdo y el llevar zarcillos llamativos fue solo
un sueño.
Trabajar
en hotel es como estar en un mundo paralelo, todos los días se conoce a alguien
diferente. Las primeras semanas eran de tortura mientras uno se adapta, aunado
a esto no sabía mucho sobre el sistema de reservas, Ópera, algunas funciones
las conocía porque las había aprendido en clase pero en la práctica bajo
presión es comenzar desde cero. El proceso era lento para mi aprendizaje, se
necesitaba del acceso de cualquiera de los compañeros al sistema cada vez que
deseaba practicar, porque tenían claves. Poco a poco, me formaba pacientemente,
registrar a alguien que viene como “walk
in” o cuando reservan por la página web.
A
veces tenía que subir a las habitaciones para saber si las camareras estaban
limpiando correctamente. Por ser un hotel cinco estrellas, se trata de tener en
orden todas las toallas en los baños, los vasos completamente limpios sin huellas
y tapados en la parte superior con el logo de Marriott. Sumado a lo anterior,
se le coloca un minibar con chucherías, y todo el sistema eléctrico debe
funcionar perfectamente (lámparas, televisión, aire acondicionado, bajar la
palanca del inodoro verificando si funciona y que suene el tono del teléfono).
Además las camas deben estar limpias y perfectamente atendidas con todas sus
respectivas cuatro sabanas.
Todos
los empleados teníamos el beneficio de las tres comidas gratis, por lo que en
el comedor se compartía con mucha gente y allí conocía las anécdotas de
huéspedes y empleados. Nunca se me va olvidar la de una joven extranjera que se
suicidó con una cuerda un 31 de diciembre en el piso nueve. Los artistas que
han visitado el hotel despiertan una gran curiosidad, uno de tantos fue Juan
Luis Guerra quien estuvo para una boda, paseaba por el hotel me acerqué para
tomarme una foto con él, bien dispuesto se coloca al lado y cuando chequeo la
foto comenzaba por mi cabeza y terminaba en la cabeza de Juan Luis, un famoso
con vista VIP de 2 mts y ser humano maravilloso, sin embargo otro día me topé
con Diosa Canales para llevarle un desayuno ordenó claras de huevo con un poco
de sal y frutas, insatisfecha devolvió el plato tres veces, diciendo que el chef
no sabe preparar claras de huevo, es despectiva, arrogante, presumida y no es
la diosa hermosa que describen, termina siendo una bruja con don inmensas
razones que hipnotizan a cualquier hombre, su pecho.
Transcurrido
un mes en el hotel JW Marriott, decidí experimentar en el departamento de
Alimentos y Bebidas (A&B). El uniforme era exactamente el mismo, el espacio
era más amplio, conformados por el Restaurant Sur que queda dentro del hotel,
Casa del Café que solo abre para desayunos y almuerzos, y Nori especializados
en sushi. Tuve varias funciones, al ser pasante podía tener flexibilidad de
escoger las asignaciones que me colocaban, una semana como “Hosting” o anfitriona en la entrada del
Restaurant para dirigir a los clientes. A diferencia de cocina, tenía que usar
una filipina blanca con gorro de chef llamado “Cofia”, pantalón negro holgado y
zapatos cerrados negros aunque la mayoría llevaba Crocs. Por supuesto que las
actividades a realizar eran totalmente diferentes, había un grupo de cuatro
cocineros por cada turno quienes debían tener lista la mise en place que es básicamente picar y preparar los alimentos, y
colocarlos en un bowl, cubrirlos con
envoplast de inmediato y guardarlos en los refrigeradores.
Mis
compañeros fueron muy pacientes y amables, cuando tenían chance me explicaban
los cortes y los pasos para preparar las comidas, sin embargo esa semana quise
comprarme un cuchillo mediano Victorinox para picar, mi nuevo juguete, en vista
que todos traían sus materiales. Recuerdo el día que lo compré, anécdota muy
graciosa, porque después de mi jornada fui con un amigo cocinero a Los dos
Caminos a comprarlo y luego paseamos terminando en Teatro Bar de las Mercedes,
en ese local siempre revisan las carteras y bolsillos de todos y pues ese día
que llevaba un cuchillo en mi bolso, revisaron a mi compañero y a mí no, solo
me pidieron la cédula. Al entrar, nos estuvimos riendo un buen rato, igual pasó
en el hotel con seguridad, el día que terminé la pasantía no me revisaron el
bolso pudiera ser un amuleto de buena suerte o fue pura coincidencia.
Mi
experiencia en el hotel me enseñó a dar lo mejor de mí cada día, el servicio no
denigra sino es un privilegio que se tiene, solamente el hecho de atender y
tratar bien a los demás recibiendo agradecimientos, es suficiente para saber
que los demás están satisfechos por el buen trato. También el exigirme ser
detallista en todo, tener el tacto para dirigirme a otra persona con el cuidado
de las palabras, a ser más honesta y positiva.
Comentarios